SABADO 17
TERCER DÍA DE NOVENA
"CON MARÍA, AMANDO LA TIERRA, NUESTRA HERMANA"
AMBIENTACIÓN
AMBIENTACIÓN
HOY PEDIMOS POR LAS INTENCIONES DE NUESTROS HERMANOS LAICOS DE VILLA EL SALVADOR
Hoy dirigimos nuestra mirada orante hacia uno de
los temas más relevantes de nuestro tiempo: la relación con la tierra en la que
vivimos, que nos acoge y un día nos transformará en parte de ella. No
viviríamos nuestro carisma redentor, si no viviéramos la inquietud que muchas
otras personas viven o, mucho peor, padecen, a causa de los trágicos
acontecimientos que sacuden nuestro planeta, el lugar que habitamos y que la
Escritura considera el lugar en el que los hombres y mujeres han de vivir
relacionados, administrando cuidadosamente sus recursos con justicia y equidad.
María de la Merced, la tierra fértil
regada por la Fuerza del Altísimo, es también nuestra Maestra en esta comunión
entre todas las criaturas. Imaginemos cómo vivía ella, en la humildad de su
entorno, enriqueciendo con su presencia cada palmo de tierra que pisaba,
amasando el pan de cada día, recogiendo el agua de la fuente, manteniendo
limpio el ambiente en el que vivían, atendiendo a sus seres queridos, a sus
vecinos, a cuantos la rodeaban… María es verdadera hermana, madre y señora de
toda la tierra, Merced divina para la creación.
Pongamos en sus manos nuestro mundo y sus
problemas, para que nuestro mundo sea lo que es a los ojos de Dios: algo “muy
bueno”.
Silencio orante
Canto: “Mi identidad secreta…” (Disco “A ti P. Zegrí, pista 12)
Canto: “Mi identidad secreta…” (Disco “A ti P. Zegrí, pista 12)
APLICACIÓN A NUESTRA REALIDAD
Dediquemos unos momentos a mirar, con los ojos
del corazón y de la inteligencia orante, el pequeño pueblo de la Galilea
llamado Nazaret y, dentro de él, a la joven María rodeada de todo lo que
representa su mundo cotidiano… Imaginémosla entablando conversación con los
numerosos miembros de su familia (pues, por más que ella fuera hija única,
según la tradición cristiana, las familias judías de la antigüedad eran
alargadas, muchos miembros de la misma familia convivían en un mismo lugar, una
casa, un ámbito que les procuraba seguridad y cierto confort). Imaginémosla
atareada, junto a otras mujeres de su familia, en la limpieza y orden de su
casa, cuidando de las cosas y del entorno como si de lo más sagrado se tratara…
Imaginemos a María caminando por el campo,
hablando con Jesús, explicándole lo que significaba la siembra y la cosecha…
Mirando al cielo limpio y contemplando el agua cristalina que corría por las
acequias, ensimismados ambos ante un atardecer ardiente y bello. La comunión
enamorada con la naturaleza es un placer cada día menos frecuente y menos
posible. El cemento ha sustituido a la tierra ¿quién puede sembrar en el
asfalto…? Pese a los intentos de crear áreas “protegidas” o reservas naturales,
hoy la relación “natural” con la naturaleza no tiene casi cabida… Cada vez se
hace más difícil lograr que los más jóvenes entiendan las metáforas sobre la
tierra y sus dones, usadas por Jesús en el evangelio… Meditamos en esta realidad
y la ponemos en manos de María.
Noticia actual: Fuente http://historiaybiografias.com/tierra_02/
Un fenómeno devastador que destruye paulatinamente
La sequía es un fenómeno devastador que, a
diferencia de otros desastres, destruye una región de forma paulatina
asentándose en ella y afectándola durante largo tiempo. Es, en realidad, un
componente normal del clima que acaece casi todos los años en alguna parte del
mundo.
“En general, se dice que se trata de un período
prolongado de precipitaciones insuficientes en relación con el promedio de
varios años en una región”, afirman los especialistas de la Cruz Roja
Internacional.Y agregan: “la carencia de lluvias da lugar a que
no haya un caudal suficiente de agua para las plantas, los animales y la
población. La sequía provoca otros desastres: inseguridad alimentaria,
hambruna, desnutrición, epidemias y desplazamientos de poblaciones de una zona
a otra.
REFLEXION: Nos inquietan las sequías que diezman
las posibilidades de vida de muchos pueblos y las inundaciones que tienen
exactamente el mismo resultado; los terremotos que sacuden de una a otra parte
el mundo, y que siempre afectan a los más pobres, a los millones de indigentes
de la tierra; nos preocupan los efectos de la contaminación química de los ríos
y la contaminación atómica del ambiente a causa del mal funcionamiento o de
incidentes inesperados sobre centrales nucleares. Acontecimientos trágicos que
endurecen o sesgan la vida de miles de personas… Nada de cuanto acontece a
nuestro prójimo ni a nuestro hábitat nos es indiferente. En medio de un mundo
en el que se oyen muchos discursos y se ven pocas acciones positivas, nuestras
palabras tienen como fondo la única fuerza que está en nuestras manos: el amor
hacia todo lo que nos rodea, la comunión con la naturaleza y el compromiso de
cuidarla.
Canto: “María es…/Tierra fértil” (Canto
alusivo a la tierra)
ESCUCHA DE LA PALABRA
Hace tiempo, ante los efectos desastrosos de una
epidemia, el 16 de agosto de 1865, el pueblo de Loja, recibe de su cura párroco
palabras de aliento y también advertencia. Pero, ante todo, exhorta a unirse a
todos en una acción de gracias, de una muestra de gratitud porque ha sido uno
de los pueblos menos afectados por el terrible mal. De sus palabras recogemos
un breve texto que bien podríamos situar en cualquiera de los muchos desastres
que viven hoy muchos pueblos, de todos los continentes de la tierra. Escuchamos
esas palabras:
“Los grandiosos acontecimientos a que deben los
pueblos su prosperidad o ruina, no son ni pueden ser granos de arena perdidos
en la inmensidad del espacio, sino que constituyen, a través del tiempo, el
majestuoso y ordenado edificio de la historia… Tantas son las tribulaciones que
nos cercan, tantos los peligros que nos rodean, tantos los enemigos que nos combaten,
que nuestro destino es padecer, nuestra vida, sentir y nuestro oficio, llorar.
Por eso hay en nosotros, o debe haberla, una alta filosofía en el padecer,
pues, padeciendo, conocemos nuestra debilidad y nuestra nada, y conociendo
nuestra debilidad y nuestra nada, no podemos menos de recurrir en nuestras
tribulaciones al supremo Ser, cuya bondad es tan grande como grande es su
omnipotencia. El Creador, en efecto, no sería misericordioso si, teniendo
nosotros por ordinaria condición una apremiante necesidad de exhalar suspiros,
no tuviese él abiertos los oídos para escucharlos…” (Sermones, p.686).
ACTO DE
CONTRICIÓN
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
ORACIÓN
PARA EL TERCER DÍA
Poderosísimo
Señor y Padre compasivo que después de librarlos del cautiverio, diste a los
israelitas una columna de esperanza y consuelo, pues durante el día, en forma
de nube los defendía de los rayos y ardores del sol, y por la noche, en figura
de fuego, les iluminaba para librarlos de todo riesgo y peligro; humildemente
te suplico por mediación de María Santísima de la Merced, que consigamos vernos
libres de los rigores de tu justicia y merezcamos, por tu piedad, el fuego del
divino amor que abrase siempre nuestros corazones y sirva de luz que disipe las
sombras de nuestra ignorancia para que no perdamos nunca el camino del cielo.
Amén.
(Se rezan
tres Ave Marías y se pide la gracia que se desea obtener)
Momentos de silencio
REFLEXIÓN
Súplica final (Todas o a dos coros)
Madre de la
Merced, tierra fértil que Dios fecundó,
haznos generosas
y abiertas como tú,
que acogiste en
tu seno al Hijo de Dios
y nos lo
entregaste como don de Vida.
Haznos como el
sol que nos alumbra;
que da su luz y
calor sin mesura
a todas las
criaturas, sin fronteras
ni
discriminación alguna.
Haznos como el
agua, que va por las acequias de la vida
dando de beber a
los sedientos y verdeando la tierra,
ofreciendo su
frescura y su gracia, saciando de vida…
Haznos como la
brisa y el viento que corre libremente
como el aliento
del espíritu
en todo lo que
existe y acontece.
Haznos como el
fuego,
que consume y
transforma,
que da calor y
protege,
que acompaña la
vida y la ilumina.
Haznos sencillas
y generosas, como la hermana
y madre tierra,
que acoge en su seno
las semillas de
toda especie,
para dar frutos
que alimenten y
fortalezcan a
toda la humanidad.
Amen.
ORACIÓN FINAL
Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez más tu auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad cristiana de la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de nuestros queridos difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de las Mercedes. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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