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21 septiembre, 2016

SEPTIMO DIA DE NOVENA



SEPTIMO DIA DE NOVENA     

MARÍA, MUJER CONSAGRADA
AMBIENTACIÓN.

HOY PONEMOS LAS INTENCIONES DE NUESTROS HERMANOS LAICOS DE SAN JOSE DE SISA

“La vida consagrada, enraizada profundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cristo el Señor, es un don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu. Con la profesión de los consejos evangélicos los rasgos característicos de Jesús —virgen, pobre y obediente— tienen una típica y permanente « visibilidad » en medio del mundo, y la mirada de los fieles es atraída hacia el misterio del Reino de Dios que ya actúa en la historia, pero espera su plena realización en el cielo” (VC, 1) Así comienza uno de los escritos más importantes referidos a la vida consagrada del Santo San Juan Pablo II. Nuestras Constituciones recogen el sentir de toda la Exhortación Apostólica y proyectan en unas breves líneas la profunda espiritualidad y teología que sugieren nuestra comprensión carismática de este acontecimiento que implica a la Iglesia, a la Congregación y a cada una de las hermanas llamadas a seguir a Cristo, teniendo como modelo de entrega a Dios y a su proyecto la persona de María, la Madre de Jesús.
Comenzamos el triduo de la Novena a Nuestra Madre de la Merced, contemplándola desde la perspectiva de la consagración. Mirar a María como la “mujer consagrada” nos ayudará a comprender, una vez más, la gracia recibida y a entendernos a nosotras mismas como personas llamadas a ser, como ella un don divino para el mundo: un don de redención. Releeremos, pues, una vez más, el sentido de la consagración a Dios, adentrándonos en el contenido que damos a éste término para vivir con mayor fuerza nuestro compromiso bautismal y de profesión.
Exposición del Santísimo: CANTO: “Te adoramos, Jesucristo…”

APLICACIÓN A NUESTRA REALIDAD
La vida María.         

La vida de María es espejo en el que resplandece el carisma de la vida consagrada: los votos, las observancias regulares, la oración litúrgica y personal, la vida común, las virtudes, la ascesis, el apostolado… Imitar a María es "regla de conducta", "proyecto de vida" para el consagrado.         
La relación filial del consagrado con María es camino privilegiado de fidelidad a la vocación. María nos ofrece el verdadero amor y nos anima a ofrecer nuestra vida por Cristo, en la Iglesia, para la salvación de las almas.      

El consagrado aprende de María a ser transparencia de Cristo, tratando de vivir al estilo de María, haciendo de su vida un Sí sostenido: Sí a la comunión trinitaria, Sí a Cristo y su Evangelio, Sí a la Iglesia, Sí al Fundador, Sí a las Constituciones. Sí a las "sanas tradiciones". El consagrado recorrerá el camino de su vida cantando el "Magnificat" con María, proclamando las grandezas del amor y la misericordia del Señor, desbordando el fruto de la contemplación sobre la Iglesia y el mundo.  El consagrado vivirá totalmente entregado a María, Madre y Maestra, Prototipo y Modelo de la Vida consagrada. El consagrado vive totalmente convencido de que ser totalmente de María, es la mejor manera de ser totalmente de Cristo y de su Iglesia en fidelidad a su vocación y carisma.
SOR ISABEL LETE MERCEDARIA DE LA CARIDAD Y MODELO DE MUJER CONSAGRADA:
Sor Isabel Lete Landa, goza ya de la gloria del Padre y, como Santa Teresita del Niño Jesús, a quien imitaba, es testimonio de vida mística desde la espiritualidad de lo sencillo, lo pobre, lo humilde y lo que no tiene relevancia. Durante toda su vida fue tierra fértil que Cristo fecundó, porque se dejó encontrar por El amándole apasionadamente. Toda su vida fue testimonio de amor.
Murió joven, muy joven, entregando lo mejor de sí misma a Jesucristo. La tuberculosis acabó con la belleza de su cuerpo, era bellísima, agrandando su belleza interior. Nos dejó:
  • aires perfumados de belleza y de amor en nuestra vida consagrada
  • cielos luminosos de entusiasmo y de esperanza
  • aguas transparentes de amor, sin condiciones
  • nostalgia del cielo
  • mucha humanidad, humanidad a raudales
  • testimonio de gratuidad a toda prueba… 
 ESCUCHAMOS LA PALABRA
Una vez más, la palabra de nuestro Fundador nos anima a conocer el don de la llamada y el sentido de toda nuestra vida, como la de María, centrada en Dios y en su voluntad. Son palabras que hemos escuchado infinidad de veces, aunque no siempre hemos comprendido en toda su profundidad, pues, de haberlo hecho, puede que aún fuéramos mejores mujeres y mejores mercedarias. Escuchamos:
 “El amor de Dios ilumina, refresca y llena el alma de consuelos, de deseos de poseer a Dios, sacia y da la paz; da paciencia en las tribulaciones, quita todo temor e inspira confianza. Este es el paraíso en el que la verdadera religiosa puede entrar sin abandonar la tierra; pues, quien sube a Dios, por medio del amor, tiene alas… También el amor a Dios envuelve el que debemos profesar a nuestro prójimo y mayormente a aquellos con quienes estamos ligados por los vínculos de Religión” (C. y E., p. 26).
Esta es la consagración verdadera: amar. Amar a Dios y amar al prójimo. Este es el núcleo del Evangelio, del mensaje del Reino y de nuestro carisma. El texto de la Carta a los Efesios nos permite ahondar en el sentido de nuestra vocación y consagración dentro de la Congregación, haciendo Iglesia universal: somos muchos miembros, una pluralidad inmensa de dones, para construir la perfecta unidad, a la medida del Dios Trinidad.

ACTO DE CONTRICIÓN
¡Señor mío, Jesucristo!          
Dios y Hombre verdadero,   
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, 
y porque os amo sobre todas las cosas,        
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;       
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.      
Ayudado de vuestra divina gracia    
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.       
Amén.

ORACIÓN PARA EL SÉPTIMO DÍA
Eterno y Omnipotente Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que coronaste a la Santísima Virgen María de estrellas y la vestiste de Gloria y Majestad, dándole poder contra todos nuestro enemigos; te suplicamos con la mayor confianza, nos otorgues el favor de considerarnos como devotos y esclavos de tan esclarecida Señora, pues la invocamos como Madre de la Merced y Misericordia, para que así nos veamos libres de las asechanzas del enemigo infernal ahora y en la hora de nuestra muerte y podamos conseguir la Gloria eterna. Amén.
(Se rezan tres Ave Marías y se pide la gracia que se desea obtener)

ORACIÓN FINAL
Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez más tu auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad cristiana de la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de nuestros queridos difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de las Mercedes. Amén.
Canto: Para reservar el Santísimo: “No adoréis a nadie…”
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Empezemos este día de Triduo ofreciéndole a nuestra Madre toda nuestra vida y que los guíe en el camino de liberación... Amen