OCTAVO DIA DE NOVENA
MARÍA, MUJER MÍSTICA
AMBIENTACIÓN.
EN ESTE DIA PONEMOS LAS INTENCIONES DE
NUESTROS HERMANOS LAICOS DEL CUZCO
La primera
hora de la mañana es un momento especial para poner ante Dios todo lo que
deseamos que sea nuestra vida. También coincide con un despertar que,
simbólicamente, puede representar ese acontecimiento que nos transforma e
ilumina por dentro, como si el sol que comienza dar forma y color a todas las
cosas que durante la noche han permanecido oscuras, iluminara también las cosas
que hemos vivido hasta hoy de manera ambigua, sin poder darle un nombre preciso
o sin atrevernos a dárselo.
Hoy es una oportunidad más para vivir con gozo el
don que se nos da: la fe. El don de la fe es la vía mística mediante la cual
nos sentimos criaturas vinculadas, abandonadas, entregadas al Amor Creador y
Redentor. Podemos imaginar, con esa facultad que lo recrea todo y nos permite
transcender las fronteras de la realidad misma, lo que sería para María, la
mujer abordada por la Divinidad e inundada por Ella, abrir los ojos cada día y
sentir a Dios dentro de sí, a su lado, despertándose a su vez en la sonrisa de
un niño que tiende hacia ellas sus brazos, pidiendo que lo abrace y lo
sostenga; de un adolescente que la mira, entre admirado y rebelde; de un joven
que la observa con gratitud, o como un hombre adulto que la abraza con ternura,
transmitiéndole fuerza y esperanza.
La mística es una manera “diferente” de ser y de
vivir, o de vivirse. Los místicos y místicas de nuestra religión y de todas las
religiones, viven las cosas desde una dimensión que, estando al alcance de
todo/a creyente, no todos/as podemos experimentar; simplemente, porque no es
fácil dejarse invadir de un modo tan adsorbente y a la vez liberador por la
Divinidad. María de Nazaret está a la cabeza de cualquier experiencia mística,
nadie como ella ha vivido la cercanía de Dios.
María es la persona llena de la Divinidad y
rebosante de su Gracia; merced para ella misma y para el mundo. Queremos que
María sea, una vez más, nuestra Maestra, nuestra modelo y guía. Contemplándola
como La mujer mística, como la Puerta que abre la relación amorosa entre la
humanidad y la Divinidad, nos abrimos al don de este nuevo día.
CANTO: “El alzar de mis manos”
Salmo 29.- Hay momentos en la vida en los que se
experimenta una fuerza que no sentimos poseer, sino que nos posee. Es una
liberación que, como expresa el salmista, sólo puede venir de Dios. Nuestras
seguridades son, en realidad, la conciencia de que sólo Dios puede afirmarnos
en la existencia. Oremos, pues, sintiendo lo que proclamamos: “Señor, Dios mío,
te daré gracias por siempre”.
Salmo 31.- El sentimiento de gratitud y de
libertad que genera en nuestro espíritu perdonadas es solo comparable con el
que se siente a reconocer humildemente la culpa, el pecado. Esta es una de las
más grandes experiencias de liberación personal a la que nunca debiéramos
renunciar. Alegría y gozo, la acompañan.
Cántico.- Dar gracias y ser gratuidad es parte de
nuestra condición mercedaria. Porque nos sabemos objeto de merced, la damos sin
medida. Y ¿quién sino Dios es el merecedor absoluto de este sentimiento, que es
a la vez fuerza y ternura entrañable…? Pase lo que pase, en toda circunstancia,
el poder de Dios revelado en Jesucristo permanece y nos envuelve siempre.
ESCUCHAMOS LA PALABRA
Nadie como María ha gustado y gusta de la
intimidad Divina. Miles de veces hemos sido oyentes contemplativos de este
mensaje en el que se nos cuenta cómo el Cielo y la tierra se encuentran y se
abrazan, la relación mística por excelencia: El ángel, Presencia portadora del
deseo de Dios, acercándose a la morada de una joven que representa a toda la
Humanidad.
No cabe mayor explicación de la experiencia
mística ni tampoco mayor expresión de la capacidad humana para la acogida del
don divino. Nuestra comunidad creyente, la Iglesia, nuestro Instituto
religioso dentro de ella, cuenta con hombres y mujeres que han vivido la
cercanía de la Divinidad en todas las formas posibles: desde el encuentro con
el Resucitado de María de Magdala, pasando por el encuentro en el camino de
Damasco de Pablo de Tarso, hasta la experiencia que Teresa de Ávila relata en
sus Moradas, o la Llama de Amor viva que experimenta Juan de la Cruz, por
quedarnos en un entorno familiar; pero ninguna de ellas puede compararse con la
experiencia de Dios vivida por María de Nazaret.
Por eso, cuando caemos en la cuenta de que
nuestra vida solo tiene sentido vivida como entrega y desde la intimidad con
Dios, en Jesucristo, nadie como María puede ser Madre y Maestra, porque nadie
como ella es merced: donación plena de la Gracia divina. Escuchemos esta tarde,
una vez más, como si fuera la primera, el relato del evangelista Lucas, y
dejémonos envolver por la misma Fuerza del Altísimo que llenó las entrañas de
una mujer de nuestra raza, de nuestro pueblo, de nuestra historia. Dios lo
desea y nosotras también. ¡Es nuestra necesidad más honda…!
Lectura: (Lc 1, 26-35)
Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y,
entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel
saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante
de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás
por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor
Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por
los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será
esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo
vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el
que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios.
Contemplamos en silencio esta escena (ECOS
espontáneos a la palabra)
ACTO DE
CONTRICIÓN
¡Señor
mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
ORACIÓN
PARA EL OCTAVO DÍA
Amantísimo
Dios y piadoso Señor, que para librar del castigo de la muerte a tu siervo
Nabal, dispusiste que bajara del monte la prudente Abigail, para postrarse ante
el Rey David; te suplicamos rendidamente que por los ruegos de la hermosísima y
prudente Virgen María de la Merced, tu Madre, que bajó del monte de la gloria a
la ciudad de Barcelona para dar consuelo a todos los afligidos y libertad a los
cautivos cristianos, nos libres de todo peligro de cuerpo y alma y nos concedas
entrada segura en la gloria celestial. Amén.
(Se rezan
tres Ave Marías y se pide la gracia que se desea obtener)
ORACIÓN
FINAL
Acudimos
a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez más tu auxilio,
pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad cristiana de la
familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de nuestros queridos
difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de las Mercedes. Amén.
En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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