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22 septiembre, 2016

OCTAVO DIA DE NOVENA



OCTAVO DIA DE NOVENA
MARÍA, MUJER MÍSTICA

AMBIENTACIÓN.

EN ESTE DIA PONEMOS LAS INTENCIONES DE NUESTROS HERMANOS LAICOS DEL CUZCO
 La primera hora de la mañana es un momento especial para poner ante Dios todo lo que deseamos que sea nuestra vida. También coincide con un despertar que, simbólicamente, puede representar ese acontecimiento que nos transforma e ilumina por dentro, como si el sol que comienza dar forma y color a todas las cosas que durante la noche han permanecido oscuras, iluminara también las cosas que hemos vivido hasta hoy de manera ambigua, sin poder darle un nombre preciso o sin atrevernos a dárselo.
Hoy es una oportunidad más para vivir con gozo el don que se nos da: la fe. El don de la fe es la vía mística mediante la cual nos sentimos criaturas vinculadas, abandonadas, entregadas al Amor Creador y Redentor. Podemos imaginar, con esa facultad que lo recrea todo y nos permite transcender las fronteras de la realidad misma, lo que sería para María, la mujer abordada por la Divinidad e inundada por Ella, abrir los ojos cada día y sentir a Dios dentro de sí, a su lado, despertándose a su vez en la sonrisa de un niño que tiende hacia ellas sus brazos, pidiendo que lo abrace y lo sostenga; de un adolescente que la mira, entre admirado y rebelde; de un joven que la observa con gratitud, o como un hombre adulto que la abraza con ternura, transmitiéndole fuerza y esperanza.
La mística es una manera “diferente” de ser y de vivir, o de vivirse. Los místicos y místicas de nuestra religión y de todas las religiones, viven las cosas desde una dimensión que, estando al alcance de todo/a creyente, no todos/as podemos experimentar; simplemente, porque no es fácil dejarse invadir de un modo tan adsorbente y a la vez liberador por la Divinidad. María de Nazaret está a la cabeza de cualquier experiencia mística, nadie como ella ha vivido la cercanía de Dios.
María es la persona llena de la Divinidad y rebosante de su Gracia; merced para ella misma y para el mundo. Queremos que María sea, una vez más, nuestra Maestra, nuestra modelo y guía. Contemplándola como La mujer mística, como la Puerta que abre la relación amorosa entre la humanidad y la Divinidad, nos abrimos al don de este nuevo día.
CANTO: “El alzar de mis manos”  
Salmo 29.- Hay momentos en la vida en los que se experimenta una fuerza que no sentimos poseer, sino que nos posee. Es una liberación que, como expresa el salmista, sólo puede venir de Dios. Nuestras seguridades son, en realidad, la conciencia de que sólo Dios puede afirmarnos en la existencia. Oremos, pues, sintiendo lo que proclamamos: “Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre”.

Salmo 31.- El sentimiento de gratitud y de libertad que genera en nuestro espíritu perdonadas es solo comparable con el que se siente a reconocer humildemente la culpa, el pecado. Esta es una de las más grandes experiencias de liberación personal a la que nunca debiéramos renunciar. Alegría y gozo, la acompañan.
Cántico.- Dar gracias y ser gratuidad es parte de nuestra condición mercedaria. Porque nos sabemos objeto de merced, la damos sin medida. Y ¿quién sino Dios es el merecedor absoluto de este sentimiento, que es a la vez fuerza y ternura entrañable…? Pase lo que pase, en toda circunstancia, el poder de Dios revelado en Jesucristo permanece y nos envuelve siempre.

ESCUCHAMOS LA PALABRA
Nadie como María ha gustado y gusta de la intimidad Divina. Miles de veces hemos sido oyentes contemplativos de este mensaje en el que se nos cuenta cómo el Cielo y la tierra se encuentran y se abrazan, la relación mística por excelencia: El ángel, Presencia portadora del deseo de Dios, acercándose a la morada de una joven que representa a toda la Humanidad.
No cabe mayor explicación de la experiencia mística ni tampoco mayor expresión de la capacidad humana para la acogida del don divino. Nuestra comunidad creyente, la Iglesia,  nuestro Instituto religioso dentro de ella, cuenta con hombres y mujeres que han vivido la cercanía de la Divinidad en todas las formas posibles: desde el encuentro con el Resucitado de María de Magdala, pasando por el encuentro en el camino de Damasco de Pablo de Tarso, hasta la experiencia que Teresa de Ávila relata en sus Moradas,  o la Llama de Amor viva que experimenta Juan de la Cruz, por quedarnos en un entorno familiar; pero ninguna de ellas puede compararse con la experiencia de Dios vivida por María de Nazaret.
Por eso, cuando caemos en la cuenta de que nuestra vida solo tiene sentido vivida como entrega y desde la intimidad con Dios, en Jesucristo, nadie como María puede ser Madre y Maestra, porque nadie como ella es merced: donación plena de la Gracia divina. Escuchemos esta tarde, una vez más, como si fuera la primera, el relato del evangelista Lucas, y dejémonos envolver por la misma Fuerza del Altísimo que llenó las entrañas de una mujer de nuestra raza, de nuestro pueblo, de nuestra historia. Dios lo desea y nosotras también. ¡Es nuestra necesidad más honda…!
Lectura: (Lc 1, 26-35)
Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»  Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios.

Contemplamos en silencio esta escena (ECOS espontáneos a la palabra)

ACTO DE CONTRICIÓN
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.

ORACIÓN PARA EL OCTAVO DÍA
Amantísimo Dios y piadoso Señor, que para librar del castigo de la muerte a tu siervo Nabal, dispusiste que bajara del monte la prudente Abigail, para postrarse ante el Rey David; te suplicamos rendidamente que por los ruegos de la hermosísima y prudente Virgen María de la Merced, tu Madre, que bajó del monte de la gloria a la ciudad de Barcelona para dar consuelo a todos los afligidos y libertad a los cautivos cristianos, nos libres de todo peligro de cuerpo y alma y nos concedas entrada segura en la gloria celestial. Amén.
(Se rezan tres Ave Marías y se pide la gracia que se desea obtener)

ORACIÓN FINAL
Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez más tu auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad cristiana de la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de nuestros queridos difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de las Mercedes. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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